Cuando el nacionalismo invadió la música

domingo, 27 de abril de 2008

[La libertad guiando al pueblo, Delacroix, 1830. Símbolo del liberalismo y nacionalismo del XIX]

Andrés Pérez | El ser humano, por lo general, tiende a crear sus propios símbolos, representaciones de algo que tiene o que desearía tener. Los símbolos en esencia no dejan de ser eso, símbolos. Representaciones en papel, tela, sonido o piedra, pero representaciones al fin y al cabo, algo, con lo que mostrar al mundo el porqué de su modo de vida o el porqué de su propia existencia. Esos símbolos han existido siempre y no dejarán de existir porque aporta a quienes los observan algo de nosotros que no queremos o no podemos explicar con palabras. El símbolo lo creamos para representarnos a nosotros mismos, para hablar por nosotros, en definitiva, algo propio e intransferible, algo único que nos haga especiales respecto al resto de mortales, algo de lo que vanagloriarse y algo a lo que adorar. Algo, que necesitaba la sociedad burguesa del siglo XIX cuando en 1815 tras el Congreso de Viena, las potencias vencedoras de las guerras napoleónicas dictaron sentencia y ordenaron la restauración del Antiguo Régimen, Régimen obsoleto y desigual contra el que miles y millones de franceses se habían levantado una primavera de 1789.

[Firmantes del Congreso de Viena, 1815]

Romper con el pasado y si es necesario romper al pasado. Quizá ese fue el pensamiento que surgió en el ámbito intelectual europeo tras los tratados de Viena en 1815 que ponían fin a las esperanzas de una apertura al liberalismo. Nada de eso. En teoría, Francia volvería a ser una monarquía absolutista y el resto de países europeos se organizarían respecto a sus legítimos monarcas, una organización, que llevaron a cabo las principales potencias europeas en Viena a su antojo. Hicieron y deshicieron países cual puzzle europeo y barrieron de un plumazo cualquier vestigio de la antaño, gloriosa Revolución Francesa. El miedo a más revoluciones promovió la mano dura dentro de las monarquías europeas y nos son familiares cuadros como el fusilamiento de Torrijos, símbolo del liberalismo español. Los burgueses de principios del siglo XIX no estuvieron de acuerdo. En un mundo donde ellos controlaban la moneda no veían justo que quienes vivían a costa de los demás lo hicieran gratuitamente, no después del antecedente francés. Así lo creyeron y así lo llevaron a la práctica.

[El fusilamiento de Torrijos, Gisbert, 1888]

Bajo la bandera del liberalismo se lanzaron a la lucha por la justicia y a un nuevo tipo de lucha, a al lucha por la nación. La palabra nación sonaba vacía en las antiguas monarquías regalistas donde Francia era el rey y donde sus súbditos eran tal, no ciudadanos franceses. El nacionalismo nace con las revoluciones liberales del siglo XIX y los principales abanderados de este nacionalismo no fueron otros que los burgueses en busca de un Estado Liberal donde ver satisfechas sus necesidades de poder. Al fin y al cabo, los burgueses no buscaban más que su propio beneficio de cualquier objetivo común, como por ejemplo, la lucha por la nación y por los ciudadanos. En el fondo esta efímera unión entre los obreros, los campesinos y los burgueses bajo la bandera de la nación para derrocar definitivamente al antiguo régimen no haría más que contemplar sangrientos despertares en el futuro, cuando al burgués medio no le interese mantener viva la llama de la revolución nacionalista una vez alcanzada su cuota de poder y de prestigio social.

[París en 1848]

Por tanto es el nacionalismo el nacimiento de una nueva sociedad, de un nuevo concepto del ser humano ligado al liberalismo. Como todo en la historia de la humanidad, tuvo su representación en el arte si no supuso la tendencia principal en la mayoría de las artes del siglo XIX. Si por algo se ha caracterizado el arte históricamente es por retratar al sociedad en la que vivió y en un siglo donde los simbolos nacían y donde los mismos eran pieza clave de las nuevas naciones y del liberalismo frente al Antiguo Régimen (el nacionalismo no deja de ser la bandera de los burgueses frente al personalismo del A.R.). En pintura, en literatura y en música se denotó todo este nacionalismo ferviente, no exento jamás de una calidad sublime representada en artistas de la talla de Delacroix, Dvorak, Verdi, Wagner o Victor Hugo.

[Mapa algo lioso de la Bohemia en 1882, a donde pertenecía Dvorak]

Me centraré en los tres genios musicales, Antonín Dvorak, Guissepe Verdi y Richard Wagner. Los tres autores son símbolos antológicos nacionales de sus respectivos países, países que nacieron en el siglo XIX prácticamente. Alemania, Italia y la República Checa, a principios del siglo XIX, tras el Congreso de Viena, no existían. Ni nadie se imaginaba que lo fueran a ser. Alemania era un compendio de 32 reinos bajo la supervisión del gran reino de Prusia, Italia no pasaba de ser un mosaico de estados donde los príncipes manejaban a su antojo y la República Checa era Bohemia, provincia, por así decirlo, del gran Imperio Austrohúngaro. A mediados del Siglo XIX, en plenas revoluciones burguesas (especialmente la de 1848, donde en los tres 'países' hay levantamientos populares) la conciencia de nación comienza a aferrarse al alma de los habitantes de estos territorios, y con ellos, algo a lo que aferrarse o algo de lo que vanagloriarse, en definitiva un símbolo.

[Mapa explicativo de la unificación italiana]

Antonín Dvorak era el más joven de los tres. Actualmente hubiera nacido en Polonia, pero en aquellos tiempos el Imperio Austrohúngaro era tan vasto que la zona sur de Polonia se consideraba Bohemia, o lo que es lo mismo, Chequia. He de reconocer una particular predilección por el autor checo. Su obra, la sinfonía del nuevo mundo, es maravillosa hasta un punto sublime. Probablemente es uno de los grandes genios musicales menos reconocidos en España y en general en el Mundo. No lo coloco a la altura de grandes maestros como Mozart o Beethoven pero sí en una segunda fila absolutamente excepcional. En 1901 escribió su única ópera, ya que Dvorak fue hombre de sinfonías. Su música supuso un mestizaje de sonidos bohemios (Praha, la ciudad donde toda la belleza se vino a vivir, al frente) y técnicas modernas. No en vano, fue tal el prestigio que alcanzo el bueno de Dvorak en vida, que la inicipiente escuela americana lo contrató para crear un estilo propio.

[Mapa explicativo de la unificación alemana]

Verdi y Wagner son los símbolos respectivos de dos países en construcción. Italia y Alemania. Si bien Wagner supuso un tétrico símbolo dentro de los desfiles hitlerianos años más tarde, en vida no supuso tal ejemplo nacional como sí lo fue Verdi. 1850, nace Italia, su rey, tras la lucha contra Napoleón III es proclamado como tal en Roma, Victor Manuel II. Italia nace al grito de "¡Viva Verdi!", o lo que es lo mismo: "Vittorio Emmanuele Re D'Italia". Verdi, probablemente, fue el primer músico con conciencia política de la historia. Lo extraño, es que no lo detuvieran por revolucionario. Por su parte Wagner asistió en su larga vida al nacimiento a finales del Siglo XIX de Alemania, tras intensas batallas entre Prusia y Francia que colearían años después. Ambos, más allá de su simbolismo nacional, son unos genios musicales. Verdi, con sus magníficos coros, con sus requiem que parecen de todo menos requiem o con sus óperas llenas de energía y alegría italiana; y Wagner, con sus óperas llenas de energía y vitalidad rabiosa como Tristán e Isolda, o con sus sinfonías energéticas a más no poder como la Cabalgata de las Valquírias. Genialidad el italiano, fuerza pura el alemán.

En definitiva, el nacionalismo fue palpable a nivel musical en centroeuropa, de nuevo, un símbolo que invade el arte, y de nuevo, el arte como símbolo de los deseos, frustraciones y anhelos del ser humano.

Sinfonía Nº 9, El Nuevo Mundo, Antonín Dvorak (espectacular, probablemente la mejor orquesta sinfónica y el mejor director de orquesta del mundo juntos: Herbest Von Kalajan y la Orquesta Sinfónica de Viena):




Rigoletto, Ópera de Verdi, concretamente la archiconocida La dona e mobile:




Y para terminar, la conocidísima Cabalgata de las Valquírias, de Wagner:




Vía | Wikipedia, Artehistoria, Clases Historia, El Rincón del Vago
Imagen | The art Wolf, Portal Planeta Sedna, Legado Andalusí, Cazurrabit, Cscom, Sabuco, De archivo

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¡ Genial Andrés!, no podias haber hecho mejor elección, tanto de piezas como de autores si del sXIX hablamos. Los tres representan alma, sentimiento, fuerza, lucha, rebeldía, rebelión,nación ,romanticismo, buscan un lugar en el mundo, en su mundo, fé, esperanza en un "nuevo mundo" que de cabida a sus ideas, aspiraciones y a las de todos los demas, libertad y dignidad.
Ellos y otros como ellos (genios y anónimos)hicieron el siglo XIX, y el siglo XIX nos hizo a nosotros.
El post, lo has escrito de una manera sencilla y facil de entender, con un esbozo elemental nos aproximas a lo que fueron las señas de identidad del XIX.
Sublime Von Karajan al mando de la Filarmonica de viena, en su interpretación de la "sinfonia del nuevo mundo" de Dvorak.sentimiento,alma y esperanza en estado puro